Me habían llamado para las 9 pero ya habían empezado a trabajar. Bajo por las escaleras y abro la puerta de la cocina. La vivienda y el lugar de trabajo son prácticamente el mismo lugar. Me dicen quién es la persona que me va a enseñar, con la que voy a trabajar de manera conjunta. Primero bajamos al sótano para coger los hielos y las ensaladas y la comida fría, subimos y lo preparamos todo, colocamos las sopas, los panes y miramos que no falte de nada. Es un buffet. Vamos a la caja y apuntamos las monedas que podemos necesitar para pedirlas. Llega la gente y tengo que acostumbrarme a usar la máquina y a cobrar en francos. Al cabo de unos minutos empiezo a controlarlo, en parte porque la mujer que me enseña es eficaz, simpática y muy amable. Habla romance que suena parecido al italiano y alemán. Vive en Sedrun.
La jornada termina y me siento increíble. No me he sentido maltratada en ningún momento, en todo caso alagada y agradecida. Cenamos todos juntos y Ricardo se ofrece a ir conmigo a Andermatt al banco y a hacer snowboard conmigo el lunes, que descansamos. Firmo el contrato de trabajo, me lo explican detenidamente, nada ha salido mal, no puedo pedir más al día. Ver a mi amor, pero al final del día, ya queda uno menos para volver a verlo.
Descubro que me gusta el rivella, una mezcla de agua con gas y zumo de manzana con gaseosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario