Un pequeño cangrejo camina sobre la arena de la playa desierta.
Las olas se mecen suavemente, dejando su espuma al pasar.
El Sol, poco a poco, va descendiendo, mientras el cielo se tiñe de colores rojos y amarillos.
De pronto un ruido: ¡plof!
Un coco cae en la arena desde el límite de la selva.
¡Plof! y otro
¡Plof! y otro más.
Entonces un chico salta desde las alturas sobre la fina arena, y recoge los cocos en una bolsa de tela.
Va descalzo, vestido tan sólo con un pantalón corto, y tiene una larga melena, con rastas aquí y allá.
Se queda mirando hacia el mar, expectante.
Algo burbujea en la superficie. Entonces una joven mujer emerge, llevando una máscara de buceo y una langosta en cada mano.
- ¡Qué bueno Vera, son enormes! - grita el chico
Ella sonríe.
Los dos se reúnen en la playa, y juntos se adentran alegremente hacia las palmeras.
- Hoy llegó correo. Dicen que vendrán la próxima semana - comenta el chico.
- ¡Eso es genial Aloe! - salta ella.
- Tengo muchas ganas de verles...
¿qué maravillas habrán visto en su viaje? -
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