Hoy volví a retomar el ajedrez con Jesús, el cliente de pelo y barba blancos.
La primera partida fue emocionante, muy ajustada, larga (hora y media), pero con ventaja mía. Al final cometí un error, y perdí.
La segunda fue una escabechina, rápida y fugaz, cambiando la reina pronto y comiendo como si tuviéramos hambre. Jesús iba ganando. Pero cometió un falló, y alcancé la victoria. 1 a 1.
Ahora van estando mejor... creo que es por el deporte, y por sudar.
También terminé un libro que me recomendó Esther hace poco y que al ser corto, he leído sin querer.
Trata de una americana que va a Australia y acaba viviendo unos meses con una tribu de aborígenes, y descubre y aprende muchas cosas. Supuestamente es una historia real. Pero luego he buscado información y parece que todo era mentira. Ya no se puede creer en nada.
De todas formas, sea cierta o no, la historia lleva sabiduría y da que pensar.
Otro destino al que ir, juntos.
"Mira qué blanca la luna,
como una rueda de queso
tan blanca es tu dentadura
que a pies me saben tus besos"
(¿eso era de Extremoduro?)
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